lunes, 22 de septiembre de 2008

nuestra historia


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A unos lO Kilómetros de Sevilla, aprisionada en un llano fluvial que conforman el Guadalquivir, ya cercano a la metrópoli, y su eterna deudora la Rivera de Huelva, pronta a desaguar en el, de entre frondosos naranjales y otros cultivos mediterráneos que prestan sus frías aunque alegres tonalidades cromáticas al bello paisaje de la Vega Hispalense, emerge el blanco caserío de La Algaba, población de rica y añeja historia, vigilada desde siglos por su oscura y medieval torre mudéjar.
La mesopotámica planicie algabeña, que oscila entre los 8 y los 17 metros sobre el nivel del mar -9 para el casco de la villa-, posee una extensión de 1.796 hectáreas, tierras modernas configuradas en la era geológica del Cuaternario por la acción colmatadora de los acarreos del río bético en lo que antes fuera profundo mar, el que, para dar una idea de ello, llegaría a cubrir con exceso la propia Giralda.

No es difícil, por lo tanto, hallar las estratificadas capas de fósiles marinos en cuantos sondeos se realicen en su subsuelo, como en alguna ocasión se ha verificado. El termino municipal de La Algaba confina al oeste con el de Salteras, al norte con el de Guillena, al noroeste con Alcalá del río, al este y suroeste con la Rinconada, al sur con Sevilla y al suroeste con Santiponce, siguiendo y, a veces, atravesando salvo por el norte, regado por el arroyo Barbolí, las caprichosas ondulaciones de la citada rivera, por el oeste, y de la margen derecha del gran río andaluz, por orientación opuesta, en donde desemboca la primera a unos 1 ,5 Kilómetros al sur de la villa en lugar cercano a su jurisdicción pero ya perteneciente a la de Sevilla, llegando este a lamer el sureste del caserío con sus perezosas aguas, para dejar a su paso una agradable brisa de azahar, cada vez menos trocado en pestilente olor proveniente de los residuos
líquidos arrojados a la corriente, curso arriba.
2.vista de la Plaza de España, con la parroquia al fondo Donde se enclava La Algaba era dominio de las aguas (Fig.1), alejándose estas poco a poco hacia el delta. En los siglos previos al nacimiento de Cristo la desembocadura del Guadalquivir se encontraba ya aguas debajo de Sevilla, y el anchuroso lago Ligustino se extendía por el valle, en el que sobresalían islotes que fueron habitados al modo palafítico. En una de las cotas mas altas de aquella somera laguna tendría su asiento la Sevilla prerromana. Y en ese ambiente marismeño nació Sevilla a la protohistoria. Como escribió San Isidoro en sus Etimologías, en el año 620, "Cesar fundo Hispalis que, de su propio nombre y el de una urbe de Roma, recibió la denominación de Julia Rómula, pero, por su situación, fue sobrenombrada Hispalis en razón a que está asentada en suelo palustre sobre postes hincados en el subsuelo para que no cediera en su base arenosa e inestable.
Con la dominación romana, el actual termino de La Algaba se llenó, como toda la Bética, de explotaciones agrícolas de mayor o menor entidad, destacando sobre todas la Casilla Bravo, propiedad en la que se han hallado tres focos arqueológicos, tratándose de un grupo de edificios que rodeaban a una villa -con el significado de casa de campo-, que poseía termas, necrópolis, etc, datables del 1 al IV siglo después de Cristo.
Otros yacimientos menores localizados en La Algaba se encuentran en el cortijo de El Tardón, donde en sus cercanías se hallaron voluminosos bloques de piedra tallada y fragmentos de ladrillos y tejas, y también en el cortijo Del Vizcaíno, cuyo emplazamiento se halla bastante deteriorado.
Por otra parte, tampoco hay razones de peso -hasta que hallazgos casuales o intencionados demuestren lo contrario- para suponer la existencia en las épocas turdetana o romana de una población ribereña. de nombre Balbilis, enclavada en el hoy termino de La Algaba.
Ya en época musulmana se da el repartimiento de tierras y los procesos de señorializacion que introduce cambios en la configuración de la Bética, incluyendo La Algaba y la comunidad mudéjar que en ella habita.
La rendición de la Sevilla almohade a los ejércitos cristianos, que tuvo lugar el 23 de Noviembre de 1248, fue el colofón final a mas de dos años de asedio y a unos veinte de sucesivas conquistas en todo el valle del Guadalquivir, a las que se empleó con tesón el monarca Fernando III.
En ese año de 1248, se produjo la conquista del Guadalquivir aguas arriba con la caída de Alcalá del río y el franqueo del Vado de las Estacas, y aunque las fuentes no citan nada en relación a La Algaba, quizás por haberse guarecido sus moradores en la propia Sevilla al no poder defenderla por carecer de muros, hubo quienes, posteriormente expresaron que su conquista se dio en aquella época.
Esta es época en la que el termino de La Algaba pasa a manos de señores siguiendo una línea de herencias y cambios, así, en los últimos años del siglo XIII, sobre 1288 adelante, fue adquirida por el héroe de Tarifa Alonso Pérez de Guzmán. No habían transcurrido dos décadas cuando el infante Alfonso de la Cerda obtuvo La Algaba, entre otros terrenos tras renunciar al trono de Castilla del que había sido despojado por su tío Sancho IV. Años después, en 1336, fue donada por Enrique 11 a su criado Gonzalo Sánchez de Campaniello, mas tarde paso a manos del almirante Fernán Sánchez de Tovar y así sucesivamente hasta llegar a manos de Juan Alonso de Guzmán, 1 Duque de Medina Sidonia, comenzando así el señorío y marquesado de La Algaba por la familia de los Guzmanes.
En cierto modo y con gran lentitud, las sólidas estructuras que constituían el estado medieval fueron dejando paso, a partir de la total conquista de Granada y el descubrimiento del Nuevo Mundo, a un q periodo de la historia que se da en llamar Antiguo Régimen.
La España de esas centurias pasará por diferentes circunstancias desde no ver ocultarse el Sol en los vastos dominios de imperio hasta observar el triste ocaso bajo la dinastía borbónica, para concluir, ya en el siglo XIX, con la invasión francesa. En lo que se refiere a Sevilla, la ciudad experimentó, como ninguna otra todo aquel proceso degenerativo. Desde que Francisco de Guzmán y Manrique, quinto señor de La Algaba, fuera elevado por Felipe 11 a calidad de Marques de ese título, la villa comenzó bajo su patrocinio una fase de esplendor que se había iniciado cuando su tatarabuelo se hizo, en 1440, con su señorío.
La decimonovena centuria supuso para La Algaba, como para toda España, un profundo cambio de ritmo. El siglo se abre en la villa bajo el gobierno de los condes de Montijo. En 1802 contaba con 1.199 vecinos.
Como casi todos los pueblos andaluces y españoles, La Algaba viene experimentando desde finales del siglo pasado ciertos cambios, a veces mas aparentes que reales, en todos los ordenes de la vida.
El concepto de ciudad-dormitorio no le es ajeno a la villa, aunque en mucho menor grado que otras entidades locales. La vida aquí, si bien lleno de estereotipos mundanos, mantiene aun ese sabor peculiar de los pueblos agrícola-ribereños de Andalucía cuyos hombres se resisten a ser dominados por las estructuras ciudadanas sin apenas apreciarlo[1].

[1] ANTEQUERA LUENGO, Juan José. Historia de La Algaba. Excmo. Ayuntamiento de La Algaba. 1999. Pgs. 7-12.